Este grave problema ha sido tratado recientemente en diversos foros internacionales. Uno de ellos se celebró en Moscú, por iniciativa del patriarcado, y concluyó el día 1º de diciembre con un mensaje dirigido al mundo para denunciar la que se considera emergencia humanitaria, que afecta a un millón de víctimas, con más de cien mil muertos al año. Los lugares con más problemas en la actualidad son Egipto, Pakistán, Afganistán, Nigeria, Sudan, Indonesia, Eritrea y la India.
Esa conferencia internacional sobre la discriminación y persecución de los cristianos ha sido, a juicio de Hilarion de Volokolamsk, responsable de las relaciones externas del Patriarcado de Moscú, la reunión eclesiástica más importante organizada sobre este tema. Entre los participantes, tuvo un papel de relieve el metropolitano de Iraq, Mar Gewargis, quien denunció el clima de terror que sufren los cristianos en ese país: muchos se ven obligados a emigrar, con el consiguiente riesgo de extinción para la comunidad cristiana.
En la sesión de apertura intervino el sociólogo italiano Massimo Introvigne, representante de Italia en la OSCE. Esta Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa había dedicado ya su cumbre de Roma, el 12 de septiembre, a los crímenes contra los cristianos. Introvigne denunció en Moscú el silencio sobre esa penosa situación, que hunde sus raíces en el miedo a ofender a los perseguidores: se trata de países que, en cierta medida, proveen de petróleo a Occidente y adquieren buena parte de la deuda pública de tantos Estados. A su juicio, Europa sufre el riesgo de un naufragio moral y espiritual más dañino que la crisis económica.
Por otra parte, no deja de ser significativa la unidad que se produce en este campo entre las Iglesias ortodoxas y Roma. Muchos han hecho notar que, en la batalla librada en Estrasburgo contra el intento de suprimir el crucifijo en las aulas italianas –el "caso Lautsi", al que el patriarca Kirill se refirió expresamente en la Conferencia de Moscú‑, diez Estados intervinieron para apoyar el recurso del Gobierno de Roma ante el pleno del Tribunal europeo de Derechos humanos. De éstos, cuatro eran mayoritariamente católicos, aunque de dimensiones pequeñas: Lituania, Malta, San Marino y Mónaco. Los otros seis, de mayoría ortodoxa: Rusia, Grecia, Rumania, Bulgaria, Chipre y Armenia.
En Moscú, la Iglesia copta presentó un film inédito, realizado en lengua inglesa, sobre la violencia y la brutalidad practicada por la policía en Egipto. No cesa después de la llamada "primavera árabe", y continuó descaradamente en tiempo electoral. Un representante copto relató que en ese país muchos cristianos sufren en los hospitales donaciones de órganos forzadas.
De otra parte, tuvo mucha importancia la intervención del muftí de Moscú y de la región central de Rusia, Albir Krganov: afirmó que la ley islámica debe ser interpretada en términos que impongan la prohibición de matar sacerdotes y monjes cristianos. Comprometió públicamente al Islam ruso a denunciar las violaciones de esa norma.
Entretanto, en países occidentales se consolida una cristianofobia amparado en el principio de laicidad y de respeto a las libertades democráticas. Así, llama la atención la abundancia de artículos publicados en medios franceses, a raíz de la reacción católica ante una obra de teatro claramente denigratoria contra la persona de Jesucristo. Algunos afirman cínicamente la diferencia entre cristianos y musulmanes. Éstos suelen practicar la violencia ante posibles faltas de respeto a Mahoma. En cambio, a los cristianos se les "exige" que pongan la otra cara: como el propio Jesucristo, "deben" sufrir en silencio las mayores vejaciones y afrentas, hasta la muerte en cruz.
Se olvida que ningún derecho humano es absoluto, tampoco la libertad de expresión. El Tribunal Constitucional español, que ha forjado una importante jurisprudencia que da prioridad al derecho a la información, deja claro también que la libertad no ampara la mentira ni el insulto. No se puede ofender impunemente los sentimientos religiosos de los demás. Los ordenamientos jurídicos europeos sancionan penalmente el negacionismo o la incitación al odio por razones étnicas o religiosas. (Aunque siguen existiendo paradojas, como la pervivencia de la confesionalidad del Estado en el Reino Unido).
Se comprende que el arzobispo Dominique Mamberti, responsable de las Relaciones con los Estados en el Vaticano, acabe de proponer en el marco de la OSCE la institución de una jornada mundial contra la persecución y la discriminación de los cristianos.
Esa conferencia internacional sobre la discriminación y persecución de los cristianos ha sido, a juicio de Hilarion de Volokolamsk, responsable de las relaciones externas del Patriarcado de Moscú, la reunión eclesiástica más importante organizada sobre este tema. Entre los participantes, tuvo un papel de relieve el metropolitano de Iraq, Mar Gewargis, quien denunció el clima de terror que sufren los cristianos en ese país: muchos se ven obligados a emigrar, con el consiguiente riesgo de extinción para la comunidad cristiana.
En la sesión de apertura intervino el sociólogo italiano Massimo Introvigne, representante de Italia en la OSCE. Esta Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa había dedicado ya su cumbre de Roma, el 12 de septiembre, a los crímenes contra los cristianos. Introvigne denunció en Moscú el silencio sobre esa penosa situación, que hunde sus raíces en el miedo a ofender a los perseguidores: se trata de países que, en cierta medida, proveen de petróleo a Occidente y adquieren buena parte de la deuda pública de tantos Estados. A su juicio, Europa sufre el riesgo de un naufragio moral y espiritual más dañino que la crisis económica.
Por otra parte, no deja de ser significativa la unidad que se produce en este campo entre las Iglesias ortodoxas y Roma. Muchos han hecho notar que, en la batalla librada en Estrasburgo contra el intento de suprimir el crucifijo en las aulas italianas –el "caso Lautsi", al que el patriarca Kirill se refirió expresamente en la Conferencia de Moscú‑, diez Estados intervinieron para apoyar el recurso del Gobierno de Roma ante el pleno del Tribunal europeo de Derechos humanos. De éstos, cuatro eran mayoritariamente católicos, aunque de dimensiones pequeñas: Lituania, Malta, San Marino y Mónaco. Los otros seis, de mayoría ortodoxa: Rusia, Grecia, Rumania, Bulgaria, Chipre y Armenia.
En Moscú, la Iglesia copta presentó un film inédito, realizado en lengua inglesa, sobre la violencia y la brutalidad practicada por la policía en Egipto. No cesa después de la llamada "primavera árabe", y continuó descaradamente en tiempo electoral. Un representante copto relató que en ese país muchos cristianos sufren en los hospitales donaciones de órganos forzadas.
De otra parte, tuvo mucha importancia la intervención del muftí de Moscú y de la región central de Rusia, Albir Krganov: afirmó que la ley islámica debe ser interpretada en términos que impongan la prohibición de matar sacerdotes y monjes cristianos. Comprometió públicamente al Islam ruso a denunciar las violaciones de esa norma.
Entretanto, en países occidentales se consolida una cristianofobia amparado en el principio de laicidad y de respeto a las libertades democráticas. Así, llama la atención la abundancia de artículos publicados en medios franceses, a raíz de la reacción católica ante una obra de teatro claramente denigratoria contra la persona de Jesucristo. Algunos afirman cínicamente la diferencia entre cristianos y musulmanes. Éstos suelen practicar la violencia ante posibles faltas de respeto a Mahoma. En cambio, a los cristianos se les "exige" que pongan la otra cara: como el propio Jesucristo, "deben" sufrir en silencio las mayores vejaciones y afrentas, hasta la muerte en cruz.
Se olvida que ningún derecho humano es absoluto, tampoco la libertad de expresión. El Tribunal Constitucional español, que ha forjado una importante jurisprudencia que da prioridad al derecho a la información, deja claro también que la libertad no ampara la mentira ni el insulto. No se puede ofender impunemente los sentimientos religiosos de los demás. Los ordenamientos jurídicos europeos sancionan penalmente el negacionismo o la incitación al odio por razones étnicas o religiosas. (Aunque siguen existiendo paradojas, como la pervivencia de la confesionalidad del Estado en el Reino Unido).
Se comprende que el arzobispo Dominique Mamberti, responsable de las Relaciones con los Estados en el Vaticano, acabe de proponer en el marco de la OSCE la institución de una jornada mundial contra la persecución y la discriminación de los cristianos.
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