“Hay que admitir que la vida contemplativa oficial tal y como se vive en nuestros monasterios, necesita un replanteo a fondo, porque está aun demasiado identificada con formas de pensamiento que, aunque aceptadas hace quinientos años, resultan totalmente extrañas al hombre moderno”.
“La oración y la meditación tienen que desempeñar un papel importante: abrir nuevas vías y nuevos horizontes. Si nuestra oración es la expresión de un deseo, profundo e inspirado por la gracia, de lograr algo nuevo en la vida (y no sólo una adhesión ciega a lo que siempre hemos conocido y nos parece seguro), Dios actuará en nosotros y a través de nosotros para renovar a la Iglesia, preparando, en oración, lo que aun no podemos imaginar ni comprender”. (Acción y contemplación).
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