divendres, 16 de juliol del 2010

¿El Vaticano equipara la ordenación de las mujeres con la pedofilia de los sacerdotes?


Un documento que se publicará a finales de este verano, se informa,  incluirá la ordenación de mujeres en la misma categoría que los abusos sexuales cometidos por sacerdotes.

Por Mary E. Hunt.*

Mientras que las Iglesias protestantes como la Iglesia Presbiteriana de EEUU tienen sus reuniones anuales en el verano, la organización institucional Iglesia Católica Romana, sin reuniones de este tipo que preocuparse, utiliza la estación para expedir documentos desde la cúpula. Según informes de prensa, el Vaticano está pronto a lanzar las nuevas normas que rigen los asuntos de abuso sexual por el clero. (Ho-hum pero espere, hay más.) Se espera que incluyan la ordenación de mujeres en el marco del graviora delicta, la misma categoría de pecado grave que rige el abuso sexual cometido por sacerdotes. ¡Señal de la música de la destrucción!

Es difícil ver más allá del aspecto de las relaciones públicas y pasar al de la teología. Mezclar las dos cuestiones bajo el mismo paraguas jurídico, es una propuesta profundamente perversa. Cualquiera de estos caballeros es éticamente más sordo de lo que uno pueda imaginarse, o bien son astutos más allá de los sueños de los zorros en un esfuerzo por desviar la atención de la conducta delictiva del clero contra los niños a su ira por la ordenación de mujeres. Ambas opciones son terriblemente atractivas.

Las normas futuras son asumidas en la codificación de las directrices de 2001, realizada por la Congregación para la Doctrina de la Fe (el poderoso departamento del Vaticano encabezada por el ahora Papa Benedicto XVI), lugar central para el manejo de casos de abuso sexual. Estos cambios pueden facilitar a la Congregación, en casos seleccionados, renunciar a largas y costosas pruebas eclesiásticas y simplemente laicizar a ciertos sacerdotes ofensores. Pero el historial de la Congregación bajo Joseph Ratzinger, entonces cardenal, es que se movió lentamente frente a muchos casos atroces, por lo que no inspira confianza.

No se espera que las nuevas normas sean tan claras y definitivas como aquellas adoptadas por la Conferencia de Obispos Católicos de EEUU en 2002, cuando se enfrentaron con el pago de más de US$1 mil millones en indemnizaciones a las víctimas y honorarios de los abogados. El Vaticano trata con una Iglesia global, entonces su jerga legal tiende a ser más genérica y abierta a la interpretación. Será interesante ver cómo estas normas se especifican, pero nadie espera que la prosa sea clara y la tolerancia cero. ¿Qué pasa con la ordenación de mujeres? ¿Cómo fue que se coló en esta lista?


EL VATICANO, ¿DESESPERADO?


En 2001, las normas se centraron en los “delitos más graves” en contra de los sacramentos y en contra de la moral. Algunos de los crímenes de pedofilia ocurrieron en el contexto del sacramento de Penitencia o Confesión. Romper el sigilo de la confesión, es decir, revelar lo dicho en el intercambio entre el sacerdote y el penitente, es contra la ley. Otro asunto grave tratado de esta manera es la “profanación de las sagradas especies.” Eso significa [p. ej.] tomar una hostia consagrada y arrojarla al suelo. Canonistas pasarán el verano analizando las implicaciones de estos asuntos, pero todavía tenemos que localizar la ordenación de mujeres que ahora está mezclada con estas acciones pecaminosas.

La Congregación declaró en 2008 que las mujeres que son ordenadas, “simulan la ordenación.” De acuerdo a las declaraciones oficiales del Vaticano, las mujeres, y los obispos que las ordenan, automáticamente se excomulgan. Todo esto suena bastante retorcido. En este documento, que pronto será publicado, la ordenación de mujeres figura como una de esas cuestiones que no sólo es una violación del sacramento del Orden, sino que por su gravedad justifica la atención de Roma.

Tal vez los casos de ordenación de mujeres los mantendrá tan ocupados que los crímenes pedofilia van a desaparecer. Tal vez creen que la gente estará tan escandalizada por las mujeres que desean seguir adelante con el ministerio en la Iglesia, en un momento en que la institución está en bancarrota moral, que se olvidarán de los encubrimientos que, en primer lugar, hicieron necesaria esta revisión de la ley. O, tal vez los zorros realmente quieren pensar que este esfuerzo por centralizar el poder puede permitirles continuar en silencio y no rendir cuentas, ya que mucha gente se sugestiona ante la existencia de mujeres sacerdotes.

Estén atentos, pero creo que yerran en su conjetura. Simplemente no hay comparación entre un argumento teológico sobre quién es “materia apta” para ser ordenado y la destrucción de la vida de un niño; por no mencionar los miles de personas que han sido abusadas por el clero. El público simplemente no lo comprará, y el resultado final es que la Iglesia Católica Romana institucional se verá, ahora más que nunca, fuera de contacto con la realidad.

Yo generalmente me abstengo de hacer comentarios sobre estos asuntos sin el documento frente a mí, pero este es un caso clásico de cómo se hace la ley de la Iglesia, lo que invita a conjeturas. Puede suceder que las preocupaciones por que la ordenación de mujeres sea vinculada con la pedofilia de los sacerdotes sean injustificadas. Lo veremos a finales del verano en el documento que se espera.

Las leyes se hacen en relación con hechos reales. Debe haber habido un momento en que profanar las sagradas especies era tan común como para justificar un comentario. Así, también, ha habido durante mucho tiempo violaciones del sigilo de la confesión. Otro terreno pantanoso que consiguió este tipo de atención fue “perdonar un cómplice en un pecado de impureza.” Esto es cuando un sacerdote tenía relaciones sexuales con otra persona adulta (usualmente referidos en las instrucciones en latín como entre “Tito, un hombre” con “Bertha, una mujer”, aunque ahora sabemos que había más opciones) y luego perdonaba el pecado en la confesión. Esto fue considerado una trampa 22. Entonces se hizo una ley para enviar estos casos a una autoridad superior.

A menos que haya más mujeres en la tubería [aspirando] de lo que pienso, la ordenación de mujeres podría ser algo que el Vaticano hubiera podido permitirse pasar por alto con la esperanza de que desapareciera. Pero si la ordenación de mujeres realmente hace parte de la lista esta vez, esto implica tres cosas:

Primero, la Iglesia institucional reconoce que las mujeres están siendo ordenados por la iniciativa Roman Catholic Womenpriests y en otros entornos congregacionales. Lástima que la forma es tan similar como para despertar la atención del Vaticano, cuando la verdadera noticia es que muchas comunidades locales simplemente siguen adelante con un ministerio compartido, sin ordenar a nadie. Las teologías varían, pero todo el movimiento representa un desafío a la pretensión del Vaticano de ser la única autoridad en la elección de los sacerdotes. Como el control de la natalidad, creo que la prohibición de las mujeres sacerdotes pronto será honrada por tan pocos católicos que incluso la iglesia institucional tratará de barrerla bajo la alfombra teológica. Esa es una razón por la que la prohibición del aborto tiene un alto perfil: porque control de la natalidad entre los católicos es simplemente un hecho.

Segundo, ya que sus sacerdotes masculinos están entre los que serán sancionados, el Vaticano está obviamente preocupado porque la marea se ha vuelto contra él tanto en el interior como en el exterior. El sacerdote Roy Bourgeois, del Maryknoll, participó en una ordenación de mujeres en 2008 y se le conminó a retractarse de sus acciones. Hasta la fecha, ninguna palabra final le ha llegado por su negativa a hacerlo. Tal vez esta ley lo sea. Lo más probable, es que sea una advertencia a otros sacerdotes que podría romper filas clericales y ponerse en pie con las feministas en el ministerio. Aquí está la esperanza, en los que tienen coraje y sensatez.

Tercero, llamando la atención sobre la ordenación de mujeres, incluso si se trata de una táctica para distraer la atención de los crímenes de pedofilia y los encubrimientos, el Vaticano es el que señala su propia situación desesperada. Los rumores de conflictos internos en las filas del Vaticano están a la orden. Uno sólo puede imaginar el debate que se produjo sobre esta materia. O tal vez no hubo ninguna discusión en absoluto, lo que sería peor.


LOS CATÓLICOS CONTINÚAN CON SU VIDA, MIENTRAS EL VATICANO TRADUCE PRONUNCIAMIENTOS.

Pero hay algunas buenas noticias procedentes del catolicismo de este verano, dos encantadores ejemplos nos sirven como un recordatorio de que no todo está perdido. En primer lugar, aquellos que no son católicos están empezando a reaccionar a este lío impío con la solidaridad creativa y valiente. Recientemente, la arquidiócesis católica de Los Angeles, que prestó apoyo financiero a los Servicios de Adopción de la Sagrada Familia, le dijo al grupo que ya no podían considerar a las parejas del mismo sexo como padres potenciales para los infantes y los niños que ellos ofrecen. La agencia se negó a cooperar, perdiendo en el proceso una buena parte de su apoyo financiero.

Felizmente, el Obispo Jon Bruno de la Diócesis Episcopal [de Los Angeles] se ofreció a patrocinar al grupo, bajo los auspicios Episcopales. Robert K. Ross, Presidente y CEO de The California Endowment, un organismo donante emitió una maravillosa carta detallando por qué la fundación donó US$50.000 y pidiendo a otras personas y organismos que hagan lo mismo. Él escribió:

Mientras que el discurso cívico y público en estos días parece estar dominado por chivos expiatorios, por la intolerancia y el odio – la legislación antiinmigración de Arizona y la Proposición 8 de California y la batalla que encarnan tales actividades – queremos tener un momento de tranquilidad para reconocer el valor moral de la junta directiva de los Servicios de Adopción de la Sagrada Familia y del Obispo Jon Bruno.
Amén a eso.

Una segunda grieta en la acción católica institucional se encuentra en el creciente número de católicos que viven su fe de acuerdo a su conciencia, ignorando por completo al Vaticano. En la reciente Misa en memoria deWilliam R. Callahan, uno de los directores fundadores de la DC-área de la justicia social del Quixote Center, tales nuevas prácticas eran evidentes.

Bill Callahan fue un sacerdote jesuita. Un feminista, antes que la mayoría de los hombres pudieran siquiera deletrear la palabra. Fue expulsado de la orden en la década de 1990, entre otras razones, por su apoyo a la ordenación de las mujeres. Se negó a abandonar su ministerio público en el Quijote y a regresar a Boston como se le ordenó. En otras palabras, se negó a adoptar una falsa noción de la obediencia, que en realidad era sólo un espectáculo de músculo de la iglesia institucional. En cambio, continuó durante décadas como un campeón dedicado de los derechos de las personas en América Central, como un defensor de los derechos de las mujeres y de las personas LGBT en la Iglesia y la sociedad.

Él también siguió siendo un sacerdote, no del tipo tímido institucional, sino un sacerdote de la gente que fue llamado en innumerables ocasiones para presidir las bodas, los bautizos y los funerales. Él podía ser llamado para presidir una Eucaristía donde se incluía a todos, desde la abuela irlandesa a los niños más pequeños, todos siendo bienvenidos a la mesa y edificados. Según la teología católica, que bien entendió, todos los católicos son sacerdotes en virtud del bautismo.

La liturgia del funeral de Bill Callahan, que fue celebrada recientemente en el salón múltiple de una escuela pública (sin aire acondicionado), fue un ejemplo de esta realidad. El talentoso presentador de radio Maureen Fiedler de Interfaith Voices [Voces Interreligiosas] condujo toda la celebración con aplomo. Compañero de Bill de cuarenta años en el ministerio, Dolly Pomerleau, pronunció unas emocionadas palabras, con humor, sobre este hombre y sus caminos. Un sacerdote católico casado y una obispa católica casada presidieron [la celebración].

La celebración gozosa de una triste pérdida, refleja el modelo emergente de pequeñas comunidades de base que se unen en ocasiones importantes. Fue sospechosamente parecido a la primera Iglesia, que con el tiempo construyó catedrales justamente para tales reuniones periódicas de los grupos locales que llevaban a cabo esa misma adoración y trabajo por la justicia en sus propios hogares y centros.

Así, mientras el personal del Vaticano está ocupado traduciendo su último pronunciamiento a varios idiomas, la gente católica, con la ayuda de nuestros amigos, vive los nuevos modelos de Iglesia. Lo hacemos en la esperanza de que podamos salvar el corazón de la tradición que valoramos, aunque la institución persiste en su propio aniquilamiento.


* Mary E. Hunt, Ph.D., es una teóloga feminista que es co-fundadora y co-directora de la Alianza de Mujeres para la Teología, Ética y Ritual (AGUA) en Silver Spring, Maryland, EE.UU. Una católica activa en el movimiento de mujeres en la Iglesia, dicta conferencias y escribe sobre teología y ética, con especial atención a las cuestiones de la liberación.

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