De http://evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com/2010/04/09/1076/
Por Diana Cariboni
MONTEVIDEO, (IPS) – Las mujeres católicas que aspiran al sacerdocio enfrentan una dura temporada de tormentas, iniciada en el pontificado de Benedicto XVI. Algunos creen que el ministerio femenino es sólo cuestión de tiempo, pues la Iglesia echará mano de las mujeres para paliar la merma de sacerdotes, que amenaza su sobrevivencia en varios lugares del planeta. En el papado de Juan Pablo II (1978-2005) los católicos pasaron de 758 millones a 1.071 millones, medidos por cantidad de bautismos, acompasando apenas el crecimiento de la población mundial. En el mismo período, el número de sacerdotes cayó 3,7 por ciento y el de monjas 20,9 por ciento, según el Anuario Pontificio. Pero algunas mujeres no gustan de ese argumento. ”
Es la primera vez que me dicen que las mujeres que estamos a favor de la ordenación lo hacemos para la sobrevivencia de la Iglesia”, contestó a IPS la teóloga uruguaya Gladys Parentelli, coordinadora del movimiento Somos Iglesia en Venezuela e integrante de su consejo mundial. ”Éste sería un argumento ante la jerarquía de la Iglesia, porque a ésta le preocupa mucho la falta de vocaciones de varones. Sin embargo, las que luchamos por la ordenación, lo hacemos porque tenemos vocación y, como bautizadas, tenemos pleno derecho a ello, a pesar de lo que diga el Vaticano”, replicó.
Los papas Pablo VI (1963-1978) y Juan Pablo II se encargaron de poner una lápida al reclamo, alegando razones teológicas y de tradición, e insistiendo en que las mujeres tienen otros espacios en los que desarrollar sus vocaciones. ¿Por qué no le basta ser monja o catequista?, preguntó IPS a la diseñadora puertorriqueña Ivelisse Colón Nevárez, activa aspirante al sacerdocio católico. ”Porque uno lo siente como un llamado de Dios. Si yo hubiera recibido un llamado a la vida monástica, créame que hace tiempo estaría en un convento, y no escribiéndole esto”, contestó por correo electrónico Colón Nevárez. ”Las vocaciones sacerdotales y monásticas son distintas. El sacerdote es ordenado para varios propósitos: celebrar la Eucaristía, el centro de la fe católica, ser un cura de almas, que vela por el bienestar espiritual de los fieles, confiesa y absuelve, da dirección espiritual, aconseja y consuela”, entre otros. ”La vida monástica es servicio, pero desde otra perspectiva”, dijo. ”El sacerdote es como la cabeza, los monjes el corazón y los hermanos y hermanas activos, las manos y los pies de la Iglesia”, añadió Colón Nevárez, quien pertenece a la Órden Franciscana Seglar (laica) y a la organización Women Priests (Mujeres Sacerdotes). No le basta que las mujeres puedan ser el corazón, los pies o las manos. En 2002, el obispo argentino Rómulo Braschi ordenó a cuatro alemanas, dos austríacas y una estadounidense en un barco que navegaba por el río Danubio. Las siete mujeres fueron excomulgadas. Apelaron y enviaron cartas públicas al Vaticano, asegurando que celebraban misa y daban los sacramentos. El fallo de la Congregación para la Doctrina de la Fe y su posterior ratificación no dejaron resquicios. Una prohibición definitiva fue reiterada en un documento posterior, firmado en 2004 por el entonces prefecto de la Congregación, Joseph Ratzinger, el actual Papa.
Sin embargo, el sacerdocio femenino y el celibato opcional son para algunos teólogos y movimientos católicos las soluciones para revertir la caída de las vocaciones. ”Solemos pensar que (ese problema) es más grave en Latinoamérica (que tiene casi la mitad de los católicos del mundo), porque la pobreza y la escasez de carreteras y medios de comunicación hace más difícil el contacto de los sacerdotes con sus fieles”, dijo Colón Nevárez. En México hay un sacerdote por cada 7.200 feligreses, y la edad promedio de los párracos es de 65 años. En Brasil, el país de mayor población católica, esa relación es de 7.300 fieles por cada sacerdote, pese a una política local de estímulo a las vocaciones que permitió elevar la cantidad de sacerdotes de 14.000 a 17.000 en la última década. Hay además 37.000 religiosas consagradas, cantidad estancada en Brasil, dijo la investigadora Silvia Regina Fernandes, del Centro de Estadística Religiosa e Investigaciones Sociales. Es raro que las monjas sigan estudios superiores, como los sacerdotes, lo que las coloca en ”inferioridad intelectual”, añadió Fernandes.
El estancamiento femenino obedece a la diferencia de tratamiento, dijo a IPS la activista Regina Soares, de Católicas por el Derecho a Decidir. Las mujeres no sólo están impedidas de acceder a la toma de decisiones. Los seminaristas son mantenidos por la Iglesia y pueden dedicarse al estudio, mientras las mujeres deben estudiar y trabajar para sustentarse. Luego de ordenados, los sacerdotes obtienen su puesto en una parroquia, con remuneración y buenas condiciones de vida, que incluyen a veces ”teléfono celular y hasta automóvil”, sostuvo Soares. En cambio, religiosas y laicas brasileñas ampliaron su acción tradicional en hospitales y escuelas a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965) y fueron ”sostén de las comunidades eclesiásticas de base” y del movimiento hacia las periferias pobres de las grandes ciudades y del interior del país, dijo Soares. Un ejemplo fue la monja estadounidense Dorothy Stang, asesinada en febrero en la Amazonia por defender derechos de los campesinos. En Brasil no hay un movimiento organizado por el sacerdocio femenino, sino manifestaciones dispersas y la ”incomodidad” de la discriminación, relató Soares.
Colón Nevárez cree que la pobreza y el aislamiento pueden determinar ”que sea difícil organizar movimientos pro ordenación de la mujer. Yo misma no conozco un solo grupo pro ordenación latinoamericano. La mayoría de la gente que me ha contactado está por su cuenta, sin un grupo que la apoye”, explicó. Parentelli dijo conocer ”una legión de mujeres que hubieran deseado ser sacerdotisas, pero nunca lo plantearon porque comprendieron que era una lucha perdida”. Inclusive ”la mayoría de las teólogas que conozco, en todos los países latinoamericanos, obtuvieron sus títulos en universidades protestantes, como la Universidad Bíblica Latinoamericana de Costa Rica, o estudiaron en Europa o Estados Unidos”, relató. En Venezuela ”ha aumentado el ingreso de jóvenes a los seminarios en tal forma que rechazan ingresos por falta de espacio”, añadió. Pero ”se ha dicho que un porcentaje significativo corresponde a quienes no tienen oportunidad de ingresar a una universidad”, dijo Parentelli. ”En el medio rural venezolano, el bautismo fue tradicionalmente hecho por laicos, el ‘rezador’ o la ‘rezadora’”, pues ”nunca hubo vocaciones numerosas”. Ante la escasez, la jerarquía eclesiástica ”decidió ordenar como diáconos a laicos casados y pedir a las mujeres tomar tareas de los curas”, sostuvo. ”En las comunidades excluidas del campo y la ciudad, el rol del párroco ha sido tomado por monjas y laicas que cumplen casi todas sus funciones (menos decir misa, consagrar y unir matrimonios). También coordinan círculos de estudio de la Biblia y acompañan a las personas en todo momento”, aseveró. Los sacerdotes ”se ocupan de actividades más intelectuales como ser rector de universidad, dirigir centros de investigación, ser capellanes militares, apoyar al gobierno u oponerse a él, escribir libros, ser expertos en problemas legales o técnicos”, relató Parentelli. Congregaciones de monjas con colegios para niñas y jóvenes, ”los abandonaron para dedicarse a tareas pastorales, entre las más importantes se encuentran la del Sagrado Corazón y la de San José de Tarbes, con 25 casas en Venezuela”, afirmó.
Algunos afirman que en los primeros siglos de la era cristiana las mujeres ejercieron el ministerio y el púlpito. Y señalan como pruebas frescos y mosaicos, escritos sagrados y hasta la prohibición misma de ordenar sacerdotisas, librada en el siglo X. ”En la Iglesia primitiva las mujeres servían como diaconisas y hasta es posible que haya evidencia de que presidían lo que ahora llamamos misa. La tradición no se para en un determinado momento de la historia, también abarca el presente”, dijo en una carta poco antes de morir en 2001, a los 84 años, el sacerdote estadounidense John J. Egan. La curia romana está lejos de admitirlo. ”La Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres”, afirma la declaración vaticana Inter insigniores, de 1976. ”Cristo lo estableció así al dar su constitución fundamental a la Iglesia, al asignarle su antropología teológica”, eligiendo apóstoles sólo entre los hombres, y ”la misma Iglesia ha seguido así siempre”, abundaba Pablo VI en su alocución sobre ”El papel de la mujer en el designio de la salvación”, de 1977. Esos dictámenes fueron refrendados por Karol Wojtyla durante su papado como Juan Pablo II. ”Del nuevo pontífice es muy poco o nada lo que se puede esperar”, pues promovió la idea de que la no ordenación de la mujer era ”una enseñanza ‘infalible’, cosa que no es correcta”, dijo Colón Nevárez.
La española aspirante al sacerdocio Mercedes Carrizosa dijo en 2002 al diario madrileño El País que, ”cuando no le quede más remedio, la Iglesia echará mano de la mujer y del hombre casado o como sea”. Carrizosa, licenciada en teología, describió que algunas parroquias deben contentarse con una misa grabada. Mientras tanto, la frustración ”no es mía, sino del pueblo de Dios. Cuando visité comunidades muy aisladas de Perú atendidas por monjas, vi que tenían que viajar seis horas por río para traer a Jesús enlatado”, agregó.
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